Una red global de doctores y laboratorios trabaja para detectar la aparición de nuevas amenazas virales, muchas motivadas por el cambio climático, en un intento de evitar la próxima pandemia mundial.
Diagnosticarla “es difícil, necesita mucha mano de obra y también es costoso”.
Pero, al mismo tiempo, crece la necesidad de controlar estas amenazas porque el cambio climático amplía globalmente el espectro de las enfermedades infecciosas.
El vínculo entre cambio climático y las enfermedades infecciosas ha quedado bien establecido por la ciencia y es multifacético.
Unas condiciones más cálidas permiten que transmisores como los mosquitos puedan vivir en nuevos entornos, el aumento de las lluvias intensas crea más criaderos y los episodios meteorológicos extremos dejan a más personas a la intemperie, donde son más vulnerables.
El impacto humano en el planeta fomenta la expansión y la evolución de las enfermedades infecciosas de otras maneras: La pérdida de biodiversidad fuerza a los virus a evolucionar en nuevos huéspedes y empuja a los animales más cerca de las zonas pobladas.
Una vez en el nuevo anfitrión, el virus se ha expandido más allá porque las garrapatas asiáticas de cuernos largos pueden vivir en pájaros, que se trasladan más lejos y más rápido.
“Es casi como si fueran una aerolínea”, dice Cloherty.
Las huellas del cambio climático se encuentran por todos partes, desde los brotes de dengue en América Latina y el Caribe hasta la propagación del virus del Nilo Occidental en Estados Unidos.
Aunque la coalición se aprovechó de los trabajos previos a la última pandemia, la propagación global del Covid-19 fue un potente recordatorio de los riesgos de estas enfermedades.
Pero Cloherty teme que la población ya se está olvidando de estas lecciones.
“Tenemos que estar atentos”, afirma. “Algo que pasa ahora en Bangkok puede estar ocurriendo mañana en Boston”.
Fuente: AFP