CRÓNICAS CIUDADANAS

De la foto soñada al fiasco diplomático

El presidente Santiago Peña se encuentra en el ojo de la tormenta tras el bochornoso episodio de su exclusión del acto oficial de traspaso de mando del presidente Donald Trump en Washington. El hecho pone en evidencia las falencias organizativas y la cuestionable gestión de recursos públicos destinados a viajes internacionales, dejando una mancha en la imagen país y abriendo un debate sobre la transparencia y el beneficio real de estas actividades.

Un viaje cuestionado desde su origen

Desde el inicio, el anuncio de que Peña asistiría al evento generó expectativas, alimentadas por una narrativa que resaltaba la “histórica” participación de un presidente paraguayo en la ceremonia. Sin embargo, la verdad detrás del viaje comenzó a desmoronarse cuando se reveló que la invitación no provino directamente de la Casa Blanca, sino de un senador estadounidense, Rick Scott. Esta diferencia no es menor, ya que denota una falta de oficialidad en el marco diplomático.

El golpe definitivo llegó con el comunicado emitido por la Presidencia de la República, justificando la ausencia de Peña en el evento debido a “cambios en la organización” y la reducción del número de asistentes por el clima. Sin embargo, esta versión fue rápidamente puesta en duda, dado que líderes como Nayib Bukele, Giorgia Meloni y Javier Milei sí participaron de la ceremonia, desnudando la fragilidad de las explicaciones oficiales.

Costos y beneficios: ¿quién paga el precio?

El viaje de Peña, financiado con recursos públicos, ha generado críticas generalizadas, tanto en el ámbito político como ciudadano. Figuras como el diputado Mauricio Espínola han señalado la falta de transparencia en el manejo de los gastos relacionados con esta actividad, exigiendo una rendición de cuentas detallada.

“Es inaceptable que el presidente utilice dinero público para un viaje cuya finalidad resulta inexistente. Hoy el resultado es costoso para el contribuyente y negativo para la imagen del país”, afirmó Espínola, cuestionando duramente la utilidad de estos desplazamientos internacionales si no tienen un impacto tangible para Paraguay.

TERRAZA NOTICIAS GRUPO EN FACEBOOK

A esto se suma la percepción de que el mandatario viajó con fines mediáticos, más que diplomáticos. El propio vocero del Gobierno, Guillermo Grance, intentó minimizar el daño señalando que “Peña no viaja para figuretear”, pero sus declaraciones no han logrado apaciguar las críticas.

Impacto en la imagen país

El fiasco diplomático no solo afecta a la figura del presidente, sino también a la percepción internacional de Paraguay. Presentarse como un país cuya máxima autoridad asiste a eventos sin invitaciones formales proyecta una imagen de improvisación y falta de seriedad. Este error estratégico podría tener repercusiones en futuras gestiones diplomáticas, restando credibilidad a los esfuerzos del Gobierno en la arena internacional.

La rendición de cuentas, una deuda pendiente

En este contexto, se hace urgente que la Presidencia transparente cada gasto realizado durante este viaje y los que se han llevado a cabo en otros destinos. Los ciudadanos tienen derecho a conocer en qué se utiliza el dinero público y cuál es el retorno de inversión para el país.

El episodio demuestra que las cuestiones de Estado deben manejarse con mayor rigor y planificación. Viajar al extranjero con fines diplomáticos no puede ser un simple espectáculo mediático, sino una herramienta para posicionar a Paraguay en el escenario global. Peña tiene la oportunidad –y la obligación– de aprender de este error y demostrar que está dispuesto a rendir cuentas, no solo ante la ciudadanía, sino también ante la historia.

Mientras tanto, queda la pregunta: ¿qué tan caro le saldrá a Paraguay este desliz en términos económicos y de credibilidad internacional?

El Nacional

Lea también

error: contenido protegido